Mario Niebla del Toro Carrión.
Director de la Revista Escaparate
“El hombre pobre tiene como mayor capital su palabra y honradez”
Mario Niebla del Toro Carrión
direccion@revistaescaparate.com
@niebladeltoro
Foto: Jesús Aldebarán
Una cena con una vieja amiga es la inspiración con la que arranco el motor de esta carta con la que llegó a nuestro encuentro mensual en este mentidero ilustrado. Me cuenta en un mar de anécdotas y batallas de su próspera vida e historia familiar, marcada por episodios bélicos recientes de nuestra nación, que su abuela le dijo en una ocasión: Aunque te cases con un hombre rico, mañana te puedes ir a un nuevo país y empezar de cero, porque tu experiencia es tu riqueza y es lo único que no te podrán robar jamás, lo que te dejará resurgir siempre. Sucede que en la vida he aprendido mucho callando y he perdido más hablando. La vida sola aparta lo que ya no aporta, lo que ya no suma. La vida tiene mucho de maridar con los momentos más que con la comida. Escuchar y observar son dos buenas herramientas para ese crecimiento que nos puede ayudar a vivir en esta salvajada que puede llegar a ser la vida. Aunque somos lo que somos sin perdón, es cierto que esta sentencia lapidaria de la abuela de mi amiga, hija de la Guerra Española que les hizo emigrar a Francia y dejar todo que no era poco en nuestro país, sigue siendo décadas después un jugoso consejo a tomar fresquito. Esos años España, pese al desorden heredado de una nefasta y convulsa II República, tenía, a diferencia de hoy, hombres y mujeres con principios y valores. Dice mi amigo Juan Carlos Caballero que el hombre pobre tiene como mayor capital su palabra y honradez. Me pongo trascendental a media mañana sin haber catado aun el oloroso seco que me abre paso al almuerzo porque ha llegado el Adviento. Un tiempo religioso que cada año se intenta solapar con chorradas de solsticios, cabalgatas paganas y la agresividad de una artillería “marketiniana” que nos aleja del verdadero mensaje del Niño que nacerá para el mundo cristiano en Belén. Retomando a la abuela de mi amiga y al hilo de mi amigo Caballero, debemos vivir despiertos y con inquietud por ser personas preparadas, profesionalmente, pero también en valores y principios. Experiencia y honradez pueden ser el mejor mantecado que podemos comernos en estos días en el estómago de nuestra conciencia para ponerlo en valor. La experiencia que no es lo mismo que el conocimiento con la que soporta una interesante dualidad que parte del estudio y la práctica. Lejos de dejarnos llevar por la corriente y del si no está limpio estará fresquito. Esta retahíla tiene de fondo un esfuerzo y requiere de una actitud que en ocasiones, no pocas, nos llevará al exilio. Evitando la confrontación por todos los medios en pro de la diplomacia y la paz mental, nos toparemos con elementos externos, personas o situaciones, que por ser consecuentes nos harán tambalear el confort en el que habitábamos, precisamente para elevarnos en ese grado de experiencia que se convertirá en nuestra mayor fortuna y visado en las diferentes escalas que hagamos en la vida. Dicen que vivimos en una sociedad sin valores, aunque no estoy de acuerdo, es cierto que tener valores pertenece cada vez más a una aristocracia emocional de los que no ceden a ese empobrecimiento afectivo al que invita la masa. En España y en Sevilla, madrastra, madre, enemiga y, sin embargo, novia amada y musa, hemos tenido a grandes referentes que hoy son más actuales que nunca en el submundo de los que huimos del pensamiento aborregado imperante impregnado de modas caducas. Un ejemplo es el de Doña María Coronel y su cuerpo incorrupto que cada dos de diciembre nos recuerda una memorable proeza de coherencia y heroicidad. Esta carta, por tanto, quiero hilvanarla como una invitación a tomar este tiempo de conversión en un viaje a la verdad, a lo auténtico, a lo que de verdad importa. Nuestro mayor regalo de Reyes debe ser otorgarnos la licencia de ser honrados, sobre todo con nosotros mismos. Nuestra mirra, incienso y oro será nuestra palabra leal y sincera, consecuente y comprometida. Le invito a buscar en estos días de figuritas, brindis y luces, que tanto empleo da por cierto, el Mensaje que el mejor de los nacidos nos regala prácticamente desnudo, entronizado con un burro y un buey. Mensaje de nobleza y verdad. Ese y no otro es el sentido de esta cadeneta de letras con las que con sabor a aguardiente y zambombas «flamenconas» le entonó desde este corral de vecinos. La experiencia y nuestra palabra podrían ser nuestro más valioso patrimonio vital, blindado hasta el fin de nuestros días. Trabajemos en ello. Ahora sí, le daré un tiento al oloroso que le anuncié para meditar sobre todo esto.