Cristina Hoyos
Bailaora flamenca, coreógrafa y actriz
Nos cita en el Museo del Baile Flamenco, creado por ella misma sobre una casa del siglo XVIII y apostando para ello con sus ahorros de toda una vida con la intención de llevar su mundo, el flamenco, a la categoría de museo. Al llegar, sólo interrumpe el silencio el sonido que desprende el taconeo de las botas de los bailaores que allí ensayan. Tras una gran sonrisa nos espera Cristina Hoyos, acompañada de su pareja, Juan Antonio y rodeada de arte. Él se adelanta siempre para abrirle la puerta y la ayuda de la mano a bajar las escaleras. Se respira amor puro entre ellos. Durante la sesión de fotos deja claro que sabe mirar, sentarse y posar como una grande también de la escena. Siempre muy derecha. Ha sido laureada con los más altos reconocimientos del país y ha pisado los grandes escenarios mundiales desde que era una niña. Ahora disfruta haciendo una vida normal en esta retirada «despacito y a compás» que está llevando a cabo, pero ligada aun, a otro ritmo, al Baile. Cristina Hoyos Panadero abre las puertas de su museo y de su memoria para Escaparate.
¿Qué es el ritmo?
El ritmo es algo con el que se nace. Es algo muy especial. Hay personas que lo tienen y personas que no. Se puede aprender pero si lo llevas dentro se nota más. Se siente quien lleva el ritmo en el cuerpo. En el baile es muy importante, como también lo es tener oído musical, un cuerpo cimbreante, tener unas aptitudes para desarrollar todo lo que engloba el arte flamenco. Todo se puede aprender pero indiscutiblemente a la gente que nace con eso se les nota.
¿Y el baile?
El baile es algo maravilloso. A mucha gente le sirve de terapia. El baile es un sentimiento. Es algo que vive contigo, que se desarrolla contigo y que además sirve para echar muchos humores fuera. A mucha gente le vendría muy bien poder bailar.
Desde que la entrevistase en 2008 hasta ahora ha sufrido cambios, ¿qué ha cambiado en su vida últimamente? ¿Cómo es momento actual?
Sí, estoy más tranquila, veo más a los amigos, tengo más tiempo, hago cosas que antes no hacía. Me dedico a estar en mi casa, a hacer cosas en casa, a estar con mi familia. Me levanto, voy a ensayar con algún compañero, apoyo muchos a los compañeros. Ahora estoy ensayando con uno que se va a Japón o preparando algún acto con los bailarines que tenía en la Compañía y si no voy a la pescadería, al puesto de verduras, que para mí es un lujo porque nunca lo hacía antes.
¿Sigue sonando su vida a flamenco?
Sí, claro, siempre. El flamenco va conmigo. Siempre tengo soniquete. Tengo la suerte de haber nacido en Sevilla, con un amor al baile grandísimo y, por tanto, el baile y el teatro lo llevo dentro de mí. No estoy retirada del todo porque aun puedo interpretar un papel arreglado a mi edad y aun sigo bailando.
Cuando ha dicho que va a la pescadería me ha sonado a flamenco. Recuerdo una vez que dijo Alejandro Sanz que no era flamenco gastarse dos mil pesetas en un taxi, tampoco lo vería flamenco mandar a alguien a por el pescado.
(Risas). No es flamenco, lleva él razón.
¿Cómo se consigue una vida despacito y al compás?
Viene con el tiempo. Después de haber trabajado desde los trece años que iba bailando por los pueblos, con un programa de radio y estar trabajando y bailando sin parar hasta después de los sesenta y cinco años… Llega un momento en el que me sigue gustando el baile, el teatro y el flamenco, pero ves también placentero hacer otras cosas que no has podido hacer antes. Sigo dando cursillos, haciendo coreografías. De hecho se estrena ahora una ópera en el Teatro Maestranza, «El Gato Montés» en la que he colaborado con José Carlos Plaza. En activo sigo, no tanto en el escenario.
¿Desde la atalaya de la veteranía, es este momento el que soñó como fin de fiesta en el año 69 con Gades en París o antes en los concursos juveniles del Teatro San Fernando?
Sí, sí. Yo siempre he tenido las cosas muy claras. Siempre dije que me retiraría despacito y a compás. Así ha sido. Igual que llegué. Sigo vinculada al baile, no porque tenga un pequeño grupo y porque dispongo de coreografías, sino también porque sigo vinculada a este Museo del Baile Flamenco. Por lo tanto, no es una retirada es un cambio de ritmo.
¿Cuál es su opinión sobre los siguientes artistas: Sara Baras, Cecilia Gómez y Joaquín Cortés?
Sara Baras está donde está porque lo ha luchado y trabajado y, por tanto, muy bien. Cecilia Gómez la conozco menos porque no la he visto bailar y no puedo opinar sobre ella. Joaquín Cortés es un gran bailaor. Buenísimo. Quizás ha hecho cosas que, porque yo me haya quedado antigua o atrás, no entiendo o no me han gustado lo suficiente, pero reconozco que es una gran bailaor.
¿Está en un buen momento el flamenco?
Sí. El flamenco lo que no tiene es dinero ahora mismo, pero buenos artistas hay, maravillosos. Yo creo que cuando hay crisis, problemas económicos, no hay muchas salidas, los artistas se aprietan más el cinturón, ensayan más, desarrollan mayor creatividad, se esmeran más en todo. Tienen que hacer algo para poder vivir. El público necesita el flamenco para vivir además.
¿Qué hay de libertad en el artista?
El artista debe ser sinónimo de libertad. Cuando me preguntan que qué hubiese hecho si no era bailar, siempre pienso en algo del arte. El arte te da una libertad de expresión y una libertad muy grande en muchos sentidos. Independientemente que tenemos que hacer determinadas cosas porque tenemos que vivir, te da la oportunidad de elegir mucho. El arte es libre y por lo tanto uno de los motivos por los que elegí el baile fue precisamente su libertad.
¿Cuesta caro ser libre?
A veces sí. Algunas veces por apetencia, por no verlo en el momento, otras veces por factores ajenos al propio baile. Sí, algunas veces sí. La libertad condiciona pero siempre compensa.
¿Le ha pasado factura declararse públicamente socialista?
Yo creo que sí. Sí, porque yo estoy muy desencantada con algunas cosas que me han pasado. No me importa porque sigo siendo una mujer de izquierdas. Sigo siendo independiente y libre. Estoy muy desencantada por la factura tan desagradable que he tenido que pagar por declararme socialista y desencantada en general porque España necesita una nueva generación de políticos que no se metan en Política pensando en qué poder llevarse. Necesitamos políticos que trabajen por el Pueblo.
Le detectaron cáncer de mamá y le pudo la partida a esta tremenda enfermedad, ¿tiene miedo a algo?
No, a nada, ni a nadie. Cuando me operé del cáncer de mama reflexioné mucho. Yo siempre he sido muy positiva y he visto la vida en positivo. Los artistas tenemos el privilegio grandísimo de poder estar comiendo un día con un embajador, empresarios de elite o con los Reyes y mañana estar en una taberna en Triana tomándome un tintito con el portero de mi casa. Somos privilegiados porque podemos elegir. El cáncer me hizo reflexionar y aunque siempre he sido muy normal y muy positiva, a raíz de él pensé aun menos en mis enemigos. No pierdo el tiempo con ellos, que piensen ellos en mí si quieren. Nunca he contestado a lo que haya salido ofensivo en la prensa. El tiempo pone todas las cosas en su sitio. El cáncer me hizo fuerte y perderle el miedo a todo.
¿Quién fue Antonio Gades?
Un gran artista. De los que he conocido el mejor. Un gran coreógrafo. Un gran bailaor, bailarín, si pensamos en el significado completo de bailarín. Maravilloso artista de la escena y un maestro del que aprendí lo máximo en todas las disciplinas en las que era tan bueno, empezando a su lado desde muy jovencita.
¿Fue quien llevó el flamenco a los teatros de ópera?
Pues sí. Él estuvo muchos años con Pilar López, pero como él estilizó el baile nadie, la sobriedad que le dio… Quería a los hombres y mujeres muy sobrios en el escenario. Antes se usaban mucho camisas de lunares, brillos, volantes, chorreras… Con él pisamos los grandes escenarios del mundo y los grandes festivales de la música mundial donde hasta entonces nunca había llegado el flamenco. Su aportación fue crucial.
¿Interpretación o baile?
Las dos cosas. Cuando bailamos flamenco interpretamos. Si tú escuchas la música y el cante, la letra te condiciona… Si estás bailando un taranto, estás pensando en la tragedia de la letra, como el cante de una mina, de una viuda, hijas sin padres… Es tristeza. La bulería en cambio es una actitud sonriente, es alegría profunda.
¿Quién es Juan Antonio, su marido?
Juan Antonio es de los pocos gentleman que quedan (risas). Es mi pareja en la vida. Llevamos muchos años juntos. Nos conocimos hace muchísimos años y al cabo de años nos hicimos pareja. Ha sido un grandísimo profesional, lo ha demostrado, siendo el oponente de Antonio Gades en todos los ballets. Es un gran pilar en mi vida. En él me apoyo. Aquí estamos los dos, con el deseo de que el destino nos haga envejecer juntos los máximos años posibles. Compañero de viaje, hasta para comprar el periódico (sonríe).
Cuando llegue su hora, seguro que dentro de muchos años, ¿cómo quiere que la recuerden?
Sobre todo, como una persona honesta. Si me recuerdan como bailaora mejor, porque es lo que he sido toda la vida, pero, sobre todo, por haber sido una persona honesta. Creo que lo soy.
Por último, ¿puede decirme algo que no se sepa de usted?
(Risas) Soy una persona muy transparente y tengo muy pocos secretos. Siempre he dicho que nací como una niña pobre, pasé hambre cuando chica. He luchado mucho. He trabajado mucho. Siempre he tenido la intención de hacer más, de apoyar a la gente joven. Honesta con la gente de mi ballet, pagándoles bien, siendo disciplinada. Siempre he sido honesta con todo el mundo y transparente. Por lo tanto yo creo que tengo poco en la alcoba guardado (sonríe).