Julio Muñoz Gijón
@ranciosevillano – «tuitero»
El protagonista del Por las callejuelas de esta edición me esperaba apoyado en el mostrador centenario de El Rinconcillo. En su mano un “coronel” del tiempo que se deslizaba esquivo en torno a la cuenta creciente de tiza. En la comanda y en marcha una tortillita de jamón y una ensaladilla para empujar con picos. Esta edición lleva un “buchito” del periodista Julio Muñoz Gijón, vulgo “tuitero” @ranciosevillano. Su cuenta de Twitter y sus tres libros publicados han arrasado dentro y fuera de la Sevilla rancia. El asesino de la regañá, El crimen del palodú y, recién publicado, El prisionero de Sevilla Este muestran de una forma cómica y exagerada una Sevilla de puertas para muy adentro que esbozan una ciudad, la nuestra, única e irrepetible. El humor, la sátira y el lenguaje impregnado de una coloquial genialidad han hecho que su cuenta y sus ventas editoriales crezcan en muy poco tiempo como la espuma y se presente como un fenónemo social de un fenómeno de la comunicación con poco más de treinta años. Un placer, compañero.
¿Qué es para ti ser rancio?
Al final lo de rancio es una etiqueta que acuñé por estirar, porque al final te das cuenta que eres más tradicional con tu ciudad de lo que piensas. Estoy seguro de que hay un montón de gente que se considera modernita y tal y cuando sales de Sevilla, como me pasó a mí, echas de menos muchas cosas que son propias nuestras y que no valoramos cuando estamos aquí las costumbres te las escondes. Lo hablaba el otro día. La típica noche de verano que llegas a casa tarde y escuchas por la calle los televisores de la gente… Son sensaciones que no tiene la gente de otras ciudades y te das cuenta cuando sales. Cuando estás fuera te das cuenta de que eres más tradicional y más sevillanito de lo que tú pensabas. Para mi ser rancio tiene que ver con valorar lo que tenemos en nuestra ciudad y en mi caso estirarlo un poco para que quede cómico en mis libros.
¿Cómo nace @Ranciosevillano?
Precisamente por el anhelo de echar de menos todas esas cosas. Yo me voy a Madrid hace cinco años y por cosas que yo seguramente no hubiese puesto en valor si me hubiese quedado empecé a sentir la necesidad de compartirlo. Como José Manuel Soto, El Mani… seguramente si no me voy nunca los hubiese escuchado pero te das cuenta que forman parte de tu identidad y de tu formación. Son sensaciones que echas de menos. Si ves mi Spotify es una esquizofrenia. Lo mismo está “Candela, candela” de El Mani que Sigur Rós. Esto lo sabe poca gente pero cuando me voy a correr lo que me pongo para empezar es “Candela, candela” de El Mani, porque me pega un subidón… ¡Un pepinazo! Me di cuenta de aquello y me pregunté que por qué tengo que esconderme si soy modernito pero me gusta El Mani o sí, soy sevillanito y me gusta la música electrónica. Dije vamos a ser sinceros y me encontré a mucha gente que estaba en mi situación en mi ciudad. Es una ciudad que polariza tanto que es precisamente lo que tenemos que combatir. Siempre digo que lo previsible es coñazo. Cuando veo a alguien y por la pinta que tiene y por las cuatro primeras frases saber ya lo que piensa pasa mucho en Sevilla. A eso le tenemos que perder el miedo, a no ser evidente. Me puede gustar la Semana Santa y me gusta escuchar a Triana. El modelo de sevillanía para mí es Silvio. El tío que entiende se puede tener una existencia compleja. Que te guste la Semana Santa y ser roquero y que te encante Elvis Presley, que te guste el vino pero también el compromiso. Era un tío bastante rico. Cuando vamos siempre en la misma dirección es un poco coñacete. En Sevilla no basta con ser A, sino que tienes que ser A contra B y tu identidad como A la reafirman diciendo que B es una porquería, hablando a lo bestia. Tiene que ser Sevilla o Betis, Macarena o Triana. “Triana is not Sevilla”. Con la de mundo que hay tenemos que estar peleándonos entre barrios. Triana o Los Remedios… El nota que vive en la calle Salado, ¿qué es c…?”.
“El asesino de la regañá”, “El crimen del Palodú” y ahora publicas “El prisionero de Sevilla Este”, ¿cuál ha sido la evolución?
Espera que me termine la ensaladilla.
Eso pide agua después…
O vasito de vino, un coronel.
¡Apúntalo!
Yo tenía claro que quería hacer tres libros. El primero es en Sevilla en Semana Santa. Yo quería que se desarrollase de tres sevillanas maneras. En plan cómo sería la película “Seven” si el nota fuese de Rochelambert. Entonces el de “La gula”, en vez de pasta con no sé qué, sería con puntillitas de La Isla. A medida que lo iba escribiendo me di cuenta que sería más divertido que fuese una secta, no un loco sólo, más grupal. Fue bien y el siguiente se lo debía a la Feria. Era una forma de entretener y a la vez de poner en valor nuestros códigos de la ciudad que la gente no conoce o no comparte. Me ha gustado mucho cuando tú has llegado y al verme beber has dicho: “Yo me voy a beber otro coronel”. Hay muy poca gente que no sabe que esto se llama “un coronel”.
Será porque tú como yo habrás sufrido a un padre muy pesado con El Rinconcillo…
Totalmente. Me da mucho coraje que la gente sepa lo que come Justin Bieber y no sepan que para pedir un vino en El Rinconcillo haya que decir “¡un coronel!”. Cuando llegué a la Feria intenté recoger todas las cosas propias de la Feria que el que viene de fuera no las ve, como la “Hermandad de la Pata de Pollo”. No sé cómo lo han dejado de hacer…
Porque el pollo se cansaría de acabar en la basura…
Claro, “illo” ¿qué van a hacer? ¿se lo van a comer?
(Risas)
El tercero lo iba a hacer de El Rocío, pero yo qué sé. Encajaban tan bien las bromas con Sevilla Este que tiré por ahí. Empieza todo en las catacumbas de Fibes con una especie de Frankenstein al que intentan reanimar con una especie de cirujano de la Maestranza que es el cerebro que ha montado a este Frankenstein y ya imagínate lo que sería eso en Sevilla. Ya empiezas a lucubrar y dices tiene la mano como la estatua de Paquirri, tiene el pecho del huevo de Colón y, nada, muy divertido. A la gente le está gustando. Me lo paso muy bien y, la verdad, es que es una pena. Yo quería cerrar en tres y seguramente haga otras tres pero ya de una forma distinta. Es una semana que me enclaustro en la biblioteca que hay en la calle Feria y entro cuando abren a las diez y salgo a las nueve. La de seguridad que no tiene idea de lo que estoy escribiendo me dice: “Tío, deja de reírte por lo menos, ya que eres el coñazo de tío que te vas a quedar el último, hasta el final, que es que distraes a la gente” (Risas). Tuve que dejar de hecho de “tuitear” escribiendo porque me venían y me decían: “¿Estás escribiendo una novela?”. El tío con diecisiete años que está estudiando está con el Twitter y miraba para atrás y me ligaba con el móvil.
Si @Ranciosevillano fuese un personaje concreto, ¿cómo sería él y su entorno?
Hombre, desde luego, comería en El Rinconcillo casi todos los días, en El Quitapesares se pegaría media mañanita también. Tocaría las costillitas del Eslava. Desde La Campana a la plaza del Ayuntamiento tardaría mínimo hora y media. Saludaría a todo el mundo. Se pararía con el de las flores. Seguramente sería muy feliz. No sé si consciente o inconscientemente pero sería muy feliz. Al final es el eterno debate: ¿quién se lo pasa mejor o cuál es la opción más útil? Si no calentarte la cabeza y vivir tranquilo y tener tus amigos para tomarte tu cervecita y no tener más problemas o plantearte cosas y valorar lo que te falta y lo que no te falta y entrar en ambiciones y frustraciones… Este tío si existiese necesitaría muy poco y sería súper feliz. La idea de @Ranciosevillano en un principio era la cuenta del asesino de las novelas. Lo que pasa es que ya derivó en una castañada que ya no sé ni lo que es.
Has puesto de moda la palabra rancia y el concepto de sevillanas maneras. En la época de mi padre existían las sevillanas maneras pero no se llamaban así. Mi padre cuando viajo me dice que para qué salir si en Sevilla lo tengo todo. Mi padre venía a El Rinconcillo a diario y se tomaba sus copitas por las noches en El Guajiro para ver a Farruco y a Matilde Coral, cogía un Seat 127 para ir toda la familia a Sanlúcar de Barrameda, parando en todos los pueblos para beber manzanilla, más bien calentona, pero en cambio él no sabe que puede ser uno de los rancios de Sevilla ni que exista esa modalidad.
(Risas y endiñe a la tortillita de jamón).
Hemos sacado a Rancio del armario y hemos puesto en blanco sobre negro esta forma de ver y no huele a añejo.
¿Un rancio puede ir con unas Converse?
Y con unos botos de Valverde.
Y con un pantalón de canutillo.
Totalmente. No pensemos en las maneras de sevillanías estándares porque hay más. Parece que en Sevilla hay gente que van por la calle diciendo: “Tú eres sevillano, tú no y tú sí”. Y si te vas el Miércoles Santo a Chipiona tú no eres sevillano. Me cago en sus mu…
Con el calor que pasó a lo mejor el pobre en La Paz el Domingo de Ramos…
(Risas). Tenemos que ser bastante más flexibles y entender que tenemos una ciudad tan rica que da para muchas cosas y para muchas versiones de sevillanía y todas son respetables. Ya te digo, yo no me tengo que sentir culpable porque después de José Manuel Soto salgan los The Prodigy en mi Spotify. Disfruto tanto con uno como con los otros. El planificador de medios que vea mi Spotify no sabe qué publicidad meterme desde luego.
¿Quién es el más rancio de Sevilla?
“¡Ostia!” No me esperaba esa pregunta. Hombre tú estarás en el Topfy, seguramente…
(Risas).
Hombre el más rancio de Sevilla, tío, pensé que podría ser Javier Summer pero luego me enteré que era de Jerez. El más rancio está disputado. Es que por ejemplo Jesús Quintero es rancio de cojones y es atípico. Yo creo que el rancio sería como un puzzle de unos cuantos. Sería algo parecido al prisionero de Sevilla Este. Tendría tus pajaritas y tus pintas, la verborrea de Jesús Quintero, la soberbia de Antonio Burgos, tendría lo tono de Paco Robles, yo no le cogido todavía la matrícula a este hombre… Sería alguien con esos ingredientes de todos. También rancio es La Caja Negra, salir por la Alameda, Howard, el negro que vende los pañuelos; La Carbonería…
Dibújame Sevilla.
Sevilla es una ciudad en la que los televisores se escuchan desde la calle cuando vas de vuelta de madrugada a tu casa. Sevilla es un sitio en el que huele bien siempre, o bien a azahar o bien a incienso. El olor en Sevilla es fundamental. Hasta que no sales no te das cuenta. Lo monopoliza el azahar, pero huele bien siempre por “h” o por “b”. Sevilla es la capacidad de reírse de uno mismo. Una cosa que nos define mucho y síntoma de salud mental es saber que somos peculiares en algo y lo explotamos. Sevilla es incorporar el humor constantemente a nuestra manera de expresarnos y tenerlo casi como un idioma sin darnos cuenta. Hay mucha gente que dice todo a base de comparaciones. El origen es el humor pero ya lo hemos hecho nuestro. Cuando sales dicen fuera: “¡Ay, qué gracioso hablas!” No, mire usted, yo no quiero hacerle gracia, yo es que hablo así. Mi abuela decía: “Veo menos que un gato metío en lejía” más seria que la mar. No se me olvida un partido de futbito siendo un niño. Había uno que jugaba muy bien, pero otro que nada más que sabía pegar patadas hasta en el carné. El otro ya llega un momento que se revela y llama al árbitro. Yo siempre era el pacificador, pero muy malo jugando al fútbol. Me acerqué a él y le dije: “Illo”, Javi, ya está hombre. Y me dice: “Es que no ves la que me ha dado el tío”. Y yo insistiéndole que íbamos ganando 3-0. Pero él, roto de dolor, se baja las medias y me dice: “¡Mira, Julio, que me ha dejado las espinillas con más bultos que una serpiente harta castañas!” . (Risas). Me sentí como si me pasara un tren por encima. Lo bonito de aquello no es que usara esa expresión, sino que lo hiciera como una manera de comunicarse normal para enseñarme de algo de lo que no me estaba dando cuenta. Ayer iba a la presentación de mi libro montado en el 2 y he llegado a la conclusión de que Sevilla se conoce en Tussam. Ahí es donde conoces a la gente y las escuchas. En los libros hay veces que tengo que parar el ritmo, porque sino la acción es demasiado trepidante y es cuando cojo y meto un paréntesis en plan Villanueva se va a un bar y escucha una conversación y cuento algunas que me han pasado a mí. Mi padrastro me decía que a veces veía conversaciones muy forzadas. Yo siempre le insistía que sí. Un día quedo con un colega que me iba a dar un libro y le esperé en La Goleta. Estoy allí con la cerveza, y llega uno en plan rizos en la nuca y vámonos que nos vamos. Allí había dos camareros, el de siempre y un chavalito de veinte años. Y empiezan los notas a vacilarle al chavalito: “Pero Paquito, a ti qué música te gusta?”. Responde: A mí me gusta la música electrónica…”. Y empieza el de dentro: “No, pero la que te gusta cómo se llama”. Dice el chaval: “Bueno, House”. Dice el otro: “¡No, House no, a ti te gusta una más fuerte!”. Dice el chiquillo: “Bueno, sí, pero no sé si lo conocéis, Tip House”. Se quedan los otros dos así, mirándose… Y dice uno de ellos: “Rap, en definitiva, ¿no?”. (Risas). Se lo tomó con sentido del humor. Una cosa que quiero aprovechar para decir es que todos los que habéis sido personajes de mis novelas os lo hayáis tomado con tanto sentido del humor. Eso va a favor de renovarnos. Sois los que defendéis nuestros símbolos. Gente muy diversa, tú, el Soto o ToteKing, sois personas que os lo curráis aquí. Os lo habéis tomado como una especie de homenaje y eso es de agradecer y me he dado cuenta a medida que os he ido conociendo tras la publicación de los libros.
¡No nos quedaba otra además!
(Risas).
¿Qué te puede y qué te pierde de Sevilla?
Me pierde su bipolaridad. No me gusta que sea de extremos, de A o B siempre. Eso de Sevilla me desespera. Me gusta correr pero también escuchar a Silvio, los gin tonics y un coronel de El Rinconcillo, bailar sevillanas y un festival de música electrónica y soy súper feliz sin cortapisas de lo que tiene que ser y de lo que no. Seguramente conozco más bares rancios que muchos rancios oficiales. Eso es lo que me mata. Todo lo demás es lo que me pierde. Vengo cada vez menos por el curro, pero cuando vengo entre semana me encanta coger el Sevici y pasear casi a solas por el Paseo Colón de madrugada. Cuando traigo alguien de fuera le desmonto la idea que traen de Sevilla. Me los llevo igual al Garlochi, que el dueño es para cogerlo en brazos, que me los llevo a Obbio. La primera vez que quedamos mi mujer y yo para conquistarnos, dijimos de llevarnos uno al otro al sitio que más le pueda impresionar. Mi mujer me llevó en la primera cita a un concierto de Sabina, ella era amiga de la hija. La primera mía fue en el Garlochi. Quedé veinte a cero. Cuando en el Garlochi te hablan por tu nombre es ya un tema.
¿El rancio sevillano es un fin de raza?
Creo que se puede mezclar pero me gustaría pensar que siempre mantendrá la esencia. Tenemos cosas chungas, pero tenemos otras tan entrañables, tan bonitas y de tanta pasión por lo nuestro que se deberían mantener.
De todas las palabras rancias o de todas sus expresiones, ¿cuál te gusta más?
De todas, “buchito”. Me encanta. “Buchito” me encanta porque tiene por un lado inocencia. Es algo muy infantil. Cuando estabas en el recreo con una Coca-Cola siempre venía uno y te pedía un “buchito”. Por otro lado me recuerda a protección. Siempre recuerdo a mi madre y a mi abuela diciéndome: “Bébetelo, pero a buchitos, tranquilito ¿eh?”. Es mi palabra preferida. Recuerdo, cuando iba con el programa “Andaluces por el mundo”, entrevistar a un tío que llevaba sesenta años en Costa Rica y tenía setenta y cuatro. Había montado allí un puesto de churros y hablaba tan sevillano como nosotros dos. Decía que era “churrólogo”, no churrero (risas). Decía: “Me llevó la Junta de Andalucía una semana a mi tierra. Me cogí el tren de Sevilla a Dos Hermanas para ver a mi madre y en el camino escuché a una niña decir: ¡Ojú estoy arresía! Me puse a llorar diez minutos”. El lenguaje es brutal, porque hay palabras que representan mucho.
¿Serrín o parqué?
Serrín es parqué de construidos. Serrín siempre.
¿Tiza y mostrador o pizarra y tataki?
Tiza y mostrador sin dudas. Si me cobran con tiza me da menos pena pagar. Cuando me veo llegar un TPV me entra más fatiga.
¿Girar o revirar?
Revirar.
¿Mahou o Cruzcampo?
Cruzcampo siempre. Una cosa que tiene nombre de comida de gatos no me lo voy a meter en la boca nunca.
¿Entrada o zaguán?
Zaguán. Siesta en zaguán.
¿Cuál es el éxito de tu obra?
La gente. La gente la toma como suya, porque parte de los libros se escriben sentado en un Tussam. Son de verdad. Son de la calle. Me gusta que la gente que viene a la presentación de mis libros es honesta. Vienen en Tussam. Son sus cosas, sus vivencias, de ellos. No escribo para que digan que qué bien escribo. Escribo para que digan “¡qué bien se lo pasa el nota y qué de bares conoce!”.
¿Qué tiene de Sevilla de rancia y de cool?
Sevilla de rancia tiene una atracción tan fuerte que eclipsa lo demás y de cool que tiene pequeñas islas como la de Asterix que resisten y que son tremendamente creativas. Soy bastante polvorilla y muy activo y en Sevilla la mayoría de las ideas se quedan entre cervezas en el Salvador.
¿Por qué hay tanta picaresca en Sevilla?
Yo creo que por el clima. Estamos demasiado en la calle. Además de que estamos tiesos y estamos todo el día inventando. Si el ingenio fuese un bien, la cantidad de ingenio que ha gastado mi padre en su vida sería seguramente mayor al que ha invertido Steven Jobs que ha revolucionado con el IPhone y demás. La diferencia es que mi padre no lo ha gastado en cosas rentables como el otro.
¿Queda mucho de @Ranciosevillano?
Yo siempre dije que no iba a estirar mucho el chicle y que serían tres libros.
¿Sevilla está en tus planes?
Mi idea es lógicamente volverme. Lo que ocurre es que sería por mi parte irresponsable en este momento, teniendo mi mujer y yo trabajo allí. Sevilla será mi final.