15 Ago, 2024 | Blog

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Firma invitada

Bien es cierto que a lo largo y ancho de la historia de la humanidad y las artes ha habido genios y genialidades traducidas en el impacto de la imagen física y, más concretamente, de la cara. Por poner algún ejemplo claramente identificable, se le viene a uno a la cabeza las barbas de Valle-Inclán, el tupé de Elvis, las gafas de John Lennon, el bombín de Sabina o el bigote de Dalí o, más a la inglesa, Charlot. Curioso este último que tuvo la habilidad y capacidad de ponerlo bien de moda y de, por encima de todas las cosas, hacer que ese bigote fuera identificable con la persona y viceversa. Pocos casos hay en el mundo de este fenómeno, solo comparable en España al presidente Aznar, afeitado o no, inseparable de su bigote, cuya imagen virtual y postiza pervive per secula seculorum.

Sin embargo, desde estas líneas, humilde servidor quiere, sin pretender ambición, dedicarle unas palabras al actor esté donde quiera que el exilio del tiempo y el espacio le hayan llevado.

Querido Chaplin, Charles o Charlot:

Siendo yo admirador de su obra y arte, así como de su legado y, por supuesto, de su imagen, bombín, bastón y bigote, le escribo a fin de decirle que lamento trasladarle que, en España, en el sur de España, en estos últimos años, finales del XX principios del XXI (por concretar un poco), su bigote ha quedado relegado a un segundo plano. Y no solo ya su imagen, sino incluso el propio título de “bigote”. Queriendo explicar cómo es esto posible le cuento, al título de “bigote” se ha antepuesto el de “casa”, dando lugar así al compuesto “Casa Bigote”. Eso sí, nada tiene que ver con usted ni mucho menos con su imagen pues, como le decía, el término “bigote” que usted llevó a los altares de la estética, en este caso, no viene referido a la imagen ni al físico sino al lugar, al oasis, al estilo de vida, a un pequeño Olimpo dentro del paraíso, siendo esta última, quizá, la acepción más correcta. Le comento para que no se desubique: el sitio en cuestión es una pequeña casa, situada en el sur de España, exactamente frente al parque de Doñana (de ahí lo de oasis), destinada al disfrute sensorial y gastronómico aderezado con una agradable compañía tanto visual como personal. Más sencillo, una buena familia autóctona del lugar ha sabido congeniar de la manera más genial, igual que usted en aquella escena de la fábrica, compañía, producto, servicio y espacio. Le aseguro que a usted le dejaría sin palabras y no por estar rodando allí una película, aunque desde luego el escenario sea digno de una. Igual que usted se colgara de las manecillas del reloj, en Casa Bigote a uno parece parársele el tiempo, por mucho que la puesta del sol en la desembocadura del Guadalquivir a través de la ventana parezca indicar lo contrario. Le aconsejaría, si alguna vez tuviese tiempo, ir, abandonarse en bajo de guía y permitirse el lujo de dedicar un tiempo, cuanto más largo mejor, a disfrutar del mejor producto posible, habido y por haber. Su atún y su característico langostino de Sanlúcar acompañan de la mano al lugar a las más altas cotas del placer. Por mucho que pudiera gustarle el fish and chips, aquí encontrará una amplia gama de fish que, sin embargo, no vendrán acompañados de chips, sino de la delicadeza de la buena manzanilla. Eso sí, igual que en sus películas no solo eran importantes los actores sino también los realizadores, directores, técnicos etcétera; aquí es imprescindible el cuerpo de camareros, el magnífico cuerpo de camareros, que con simpatía, profesionalidad y una sonrisa acompañan el servicio.

El paraíso que supone la casa es semejante al que supone el sitio en el que se emplaza. El lugar es la maravilla más absoluta. Mirando a Andalucía , Sanlúcar conjuga lo mejor de cada casa. Es mar y la naturaleza que refleja Doñana, es lo mejor de Cádiz y lo mejor de Sevilla, es la Huelva que trae el Rocío, es todo el interior que trae el Guadalquivir que escupe al mar, es la gracia y el salero, el buen vivir, el cantar de una guitarra y el buen sonar de una canción. Es pescar y torear, es el Carmen y la Caridad. Sanlúcar es un canto a la vida encerrado en una botella de La Gitana. Señor Chaplin, todo lo que le diga se queda corto, le puedo nombrar el castillo y el letrero de Solear, lo que pasa en el alma cuando dices Barbadillo. Por poner punto y final a estas letras solo me cabe decirle, a usted y a todo aquel que lea esta carta antes de llegar a su destino, que claudique. Aféitese el bigote, que aquí “Bigote” como Fernando, dueño, fundador y genio, de puertas de la “Casa” para adentro, querido Chaplin, sintiéndolo mucho, solo hay uno.

Lo firma servidor, en Casa Bigote en cualquier momento del año.

Texto: Enrique Galán Gómez

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