‘‘Yo no soy ni sabio ni viejo. Pero tengo algo de poeta y eso es nada. Que en el amor nadie es profeta camarada’’. Con estas hermosas palabras del genio sevillano, Escaparate comienza una semblanza del maestro Rafael de León que navegará por la vida y obra de un autor que cerró una Generación del 27 para la historia desde su amor a Sevilla.
Nacido el 6 de febrero de 1908 en la casa número 14 de la calle de San Pedro Mártir, Rafael de León y Arias de Saavedra era el primogénito de los diez hijos de los Condes de Gómara: don José María de León y Manjón, marqués del Valle de la Reina, y doña María Justa Arias de Saavedra y Pérez de Vargas, marquesa de Moscoso y Condesa de Gómara. Una casa de tradición cultural; la abuela, de formación humanística, ya hablaba inglés a los 12 años. Y su tía-abuela, Doña Regla Manjón y Mergelina, ilustre Condesa de Lebrija, fue la primera académica de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría y gran defensora del patrimonio artístico e histórico de la ciudad de Sevilla. Todo ello hizo que Rafael pasara muchas horas leyendo en la espléndida biblioteca de doña Regla e incluso dedicó un poema a la casa-palacio de Lebrija de la calle Cuna donde ella residía y restauró.
La narración en primera persona la hace su sobrina nieta, Reyes de León y Rincón, impulsora de su legado y amante de las letras de un humanista que cambió muchas de las formas de entender las letras en España.
Reyes abre las puertas de sus libros y escritos. Rafael no tuvo hijos y, en la actualidad, los familiares más cercanos son sus sobrinos. El padre de Reyes fue ahijado de Rafael y guarda ahora consigo muchos de los recuerdos del maestro.
Reyes cuenta que, “Como era frecuente en la época, a Rafael le pusieron sus padres un preceptor; don Justo, con el que va a adentrarse en las primeras letras. También aprendió a tocar
el piano de oídas. Era un niño introvertido, retraído, aunque irónico, a veces, al estilo quevedesco, pero enormemente divertido, según su hermana. A los ocho años, ingresa como alumno interno en el Colegio de San Luis Gonzaga en El Puerto de Santa María, en donde habían sido también alumnos Juan Ramón Jiménez, Fernando Villalón, Pedro Muñoz Seca y Rafael Alberti. En el colegio demuestra ya Rafael sus dotes para la Poesía y el Teatro, pues siempre se le encargaba el papel del actor principal. Después pasará por el también jesuita colegio de El Palo, en Málaga, y por los Salesianos de Utrera”.
Para su sobrina nieta, “además de un tremendo orgullo, es una gran responsabilidad”, cuidar de estos recuerdos y difundir su legado. “Su obra cuenta con miles de canciones conocidas y cientos de poemas, cada uno de ellos con una calidad exquisita. Pero a pesar de estar en boca de muchos, está en la mente de pocos. Con el gran legado que nos ha dejado, no solo a mi, sino a la cultura española, mi cometido es hacer que se le reconozca como el gran autor y poeta que fue de la generación del 27”
GRANADA, LORCA Y LA GENERACIÓN
DEL 27
Rafael de León se marcha a Granada con 18 años para estudiar el Preparatorio de Derecho. Instalándose en el famoso Colegio del Sacromonte. Allí conoce a Federico García Lorca y de cuya amistad, según el propio Rafael: «podría haberse escrito todo un libro».
El joven poeta sevillano, que ya había compuesto, en silencio, sus primeras canciones y escrito poemas que jamás había publicado, se embriaga del neopopularismo y de la magia de la poesía lorquiana -con ribetes del modernismo aún imperante- y sobre todo, de la copla popular. Es entonces cuando comienza a enseñar varios de sus escritos, entre otros, a Federico y a dedicarse de lleno a la escritura – dejando los libros de Derecho por la Poesía.
Como señala Reyes, “Rafael de León pertenece por derecho a «Generación del 27». Desde los 18 años hasta su muerte, fue fiel al mensaje lírico andaluz de Lorca, dándole a sus canciones la bravura, la musicalidad y el duende que tiene Andalucía en sus coplas… Pero Rafael no fue un servil imitador de Federico; el fue su seguidor, el fiel captador de su espíritu lírico y sensual. Porque su poesía, aunque de filiación lorquiana, se salva por una nota de probada autenticidad, por su conocimiento y por su inspiración”.
La coprotagonista de esta historia comenta que “de su amistad con Lorca, hay un testimonio directo, en el Prólogo que Sebastián Gasch escribió para el libro Federico García Lorca: Cartas a sus amigos (y que Rafael gustaba de enseñar), cuando al relatar la estancia de Federico en Barcelona, en 1935, para el estreno de Doña Rosita la Soltera, escribe: «Entre dos actos, fui a saludarle en el camerino de Margarita Xirgu. Federico daba nerviosas y precipitadas instrucciones a su íntimo amigo Rafael de León, quien al día siguiente había de ponerse en camino para ir a Granada. Volví a cruzar con Lorca cuatro palabras triviales. Aquella tarde no podía suponer que nunca más volvería a verle…». A Lorca, pues, debe Rafael, aparte de su lealtad, su pasión por la Poesía y el Teatro, que ya llevaba él en su pecho desde niño… Y, sobre todo, la honda admiración y la profunda amistad, sólo truncadas una triste madrugada de agosto de 1936, con la muerte del gran poeta”.
INICIOS EN MADRID Y LAS TRES MARÍAS, BARCELONA Y LA CÁRCEL
La investigación y los recuerdos llevan al años 1933. A los 25 años, Rafael abandona las comodidades de Sevilla. Les dice a sus padres que va a preparar unas oposiciones pero, en realidad, va a vivir la vida bohemia. Primero en Madrid, donde se coloca de pianista en un café cantante para ganar unas pesetas. Allí, mientras tocaba cierta noche una hermosa y nostálgica canción que el había escrito, le escuchó casualmente, el maestro Quiroga, que ya comenzaba a triunfar en Madrid.
Manuel López Quiroga (Sevilla, 1899-Madrid, 1988) vio en el poeta un filón de oro y le animó a que colaborasen juntos. De esta hermandad salió el éxito -y posteriormente otros miles- Rocío. Rafael ya había colaborado, inicialmente en Sevilla, con el Maestro Juan Mostazo, escribiendo sus primeras canciones para Estrellita Castro. También con García Padilla -padre de Carmen Sevilla.
Rafael de León, Valverde y el maestro Quiroga alcanzarán en 1933-34, grandes éxitos, al estrenar aquellas canciones, popularmente conocidas por Las Tres Marias: el pasodoble; Ay, Maricruz!, y las zambras María de la O y María Magdalena. Tas fundar el maestro Quiroga la Academia de Madrid, van a Barcelona para fundar otra Academia de Arte, donde se quedará a vivir. La Guerra Civil sorprende al poeta en la Ciudad Condal, en donde había conocido al poeta mozuereño Xandro Valerio (1910-1966). Con él colabora en importantes canciones como Dolores, la Petenera y La Parrala, para las películas del mismo título, que protagonizó la actriz y cantante malagueña Maruja Tomás, para la que también escribieron Rosalía y La Clavelera, y para la jovencísima Conchita Piquer que venía de las variedades, el tango de Tatuaje. El triunfo y el clamor popular rodeaban ya al poeta. Pero, un sevillano conocido, del que nunca reveló su nombre-, le acusó de monárquico, liberal, capitalista, hijo del marqués del Valle de la Reina… Y fue a dar con sus huesos a la Cárcel Modelo, donde estuvo desde 1936 a 1939. Durante estos años de prisión, el poeta estaba ansioso por leer; un día vio que cierto recluso repasaba un libro; se lo pidió prestado y ¡era un libro de cocina! ¡Qué terrible contraste con el hambre que pasaba! Pero el libro lo leyó entero. Por suerte, cuando iba a visitarle Xandro Valerio, le llevaba botes de leche condensada y multitud de pliegos con romances y canciones…
Quintero, León y Quiroga.
En 1940, se crea el más universal de los tríos de la Canción Folklórica, de la Canción Andaluza: Quintero, León y Quiroga. Afianzándose su enorme popularidad dos años después, con el soberbio espectáculo Ropa tendida, ambientado en el Madrid popular de 1900. Se marca entonces el punto de partida de la Canción Folkiórica Andaluza y el primer espectáculo de este género.
Sin el poeta Rafael de León, el dramaturgo Antonio Quintero y el maestro Quiroga, no hubiese existido la Canción Folklórica Andaluza. Ellos la crearon, la dignificaron, la sublimaron, amparándose en la copla flamenca y en la honda tradición lírica andaluza y dándole «su alma de nardo del árabe español». Y Quiroga, su música genial.
Colabora también el famoso trío en el cine de la época, componiendo canciones para las películas de Conchita Piquer, Juanita Reina, Lola Flores, Antoñita Moreno, Carmen Sevilla, Paquita Rico, Rocío Jurado, Manolo Caracol y Manolo Escobar, entre otros, así como en los más prestigiosos espectáculos que triunfaron en los mejores Teatros de España.
Llegados ya los años sesenta, Rafael de León hizo también diversos espectáculos para Los Vieneses, con música de Augusto Algueró, así como para La Scala de Barcelona, y se adentró en la canción melódica y ligera, componiendo para Charles Aznavour -sus canciones en español para Adamo, Raphael y Nino Bravo. Con el que consiguió el disco de oro en el Festival de Benidorm con Te quiero, te quiero…
También participó como autor en la creación de numerosas sevillanas con Manuel Pareja-Obregón y Manuel Quiroga Clavero, así como de la conocida Salve Rociera.
Esta maravillosa biografía redactada por Reyes de León y Rincón y recopilada durante años enseña “entre muchas otras cosas, que como en la vida, el amor da penas y alegrías. Su obra no caduca porque el amor no lo hace.
Y ayuda a cualquiera que la lea a sentirse identificado y en cierta manera, aconsejado. Dice que “en el amor nadie es profeta”, pero en mi opinión, él lo fue y lo seguirá siendo para las generaciones venideras”, comenta la entrevistada
Penas y Alegrías
El final de la vida de Rafael de León navegó entre las penas y alegrías. Sus últimos años residió en Madrid, en la calle Maiquez no 10. Allí solía pasar la mayor parte de su tiempo, escribiendo y leyendo. Siempre acompañado de su ama de llaves Carmen y su chófer. Murió el 9 de Diciembre de 1982, de un infarto de miocardio a los 74 años de edad. A su muerte, su repertorio contaba con más de ocho mil canciones, muchas ya eternas, en las voces maravillosas de nuestras mejores tonadilleras y cancionistas, cantaores y cancioneros: Conchita Piquer, Maruja Tomás; Estrellita Castro, imperio Argentina, Lola Flores, Juanita Rema Marifé de Triana, Gracia Montes, Paquita Rico, Carmen Sevilla, Mikaela, Lola Sevilla, Imperio de Triana, Dolores Abril, Concha Márquez Piquer, Carmen Flores, Macarena del Río, Rosita Ferrer, Marujita Díaz, Rocío Jurado, Isabel Pantoja, Juanito Valderrama, Manolo Caracol, El Principe Gitano, Rafael Farina, Antonio Molina, Raphael, Nino Bravo, Manolo Escobar…
“Y así terminó la vida de Rafael; pero queda su obra que es eterna; la obra de un poeta sevillano, prodigioso, desconcertante, y que al final fue profeta del amor, en las alegrías y las penas”, señala Reyes.
Texto: Javier Comas