Mario Niebla del Toro Carrión.
Director de la Revista Escaparate
“La mayoría de los errores de nuestra vida vienen de no saber esperar”
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@niebladeltoro
Foto: Aníbal González
Aunque vivir es agotador, no entiendo la vida sin llenar mi agenda de acontecimientos que entre encargo y encargo, en mi labor de relaciones públicas y contador de historias, me motiven una continua espera. La vida tiene mucho de esperar o, mejor dicho, tiene todo de esperar. La espera no entendida con una actitud inmóvil que como espantapájaros ve la vida pasar, porque el tiempo juegue en soledad su papel. La espera debe ser activa, un tiempo constructivo mientras hacemos, confiando en que todo lo que está en nuestras manos lo estamos poniendo en el juego que es vivir. La rutina me vuelve loco. La añoro muchas veces. Sin embargo, un día elegí una forma de vida que acaricia poco o menos que poco la rutina que estabiliza y calma cuerpo y alma. Pienso que si me paro me caigo y que cuando tenga que parar, ya se encargará la vida y los años de mandarme señales para concluir entonces con que llegó ese momento de empezar a frenar. Si hablamos de espera, convendrá usted conmigo en que desde que iniciamos el año en nuestra tierra todo es espera, deliciosa para mi gusto. Todo son vísperas, anuncios, carteles, ritos y actos que van sigilosamente recordándonos que Sevilla sigue siendo un lugar único en cuanto a esperar se refiere. Sevilla es la capital mundial de la espera. En pocos sitios en el mundo se sabe disfrutar tanto y se le saca tanto jugo a la espera como aquí y en todo el Sur de España. Ciertamente la espera nos mantiene expectantes, alertados, ilusionados en nuestros oficios cotidianos, en nuestras pequeñas y medianas metas del corto y medio plazo. Aunque la frivolidad es una tentación que a veces se antoja irresistible, en ocasiones puede incluso ser una perversión. ¿Por qué saco ahora la frivolidad? Porque es cierto que este tiempo que se nos viene por encima nos invita a volver a una intimidad reflexiva, alejados de superficialidad de matices frivolones y feria de vanidades, porque nos trae aroma de infancia y de nuestro romance particular y personalísimo con la vieja ciudad de nuestros amores, de nuestros ma