12 Jun, 2023 | Blog

Cristina Carrillo de Albornoz, ex diplomática de las Naciones Unidas, desempeña su trabajo de comisaria de arte independiente en los más prestigiosos museos de todo el mundo, así mismo es crítica de arte y autora de doce libros. Ha presentado un libro que presenta la extensa producción artística del genial pintor valenciano desde los inicios de su carrera en España hasta la finalización del trabajo más destacado de su vida: los paneles para la Hispanic Society en Nueva York. Una obra que va acompañada de fotografías de José Ortiz-Echagüe, así como de numerosas imágenes detrás de escena del pintor en el trabajo.

Introducido por las palabras de Blanca Pons-Sorolla, bisnieta del pintor y especialista en su obra, Sorolla: A Vision of Spain lleva al lector a un viaje único sobre la obra de Joaquín Sorolla y Bastida. Cristina Carrillo, autora del libro, presenta en él más de cien obras de arte y narra todo lo que hay que saber para comprender la extensa obra del «maestro español de la luz».
Carrillo de Albornoz y la editorial Assouline presentaron el pasado 21 de abril, en el Palacio de Dueñas, el volumen Sorolla. A vision of Spain, una publicación que se suma al centenario del fallecimiento del pintor valenciano y que repasa, con textos de la autora pero también con un generoso y cuidado despliegue gráfico, la fecunda trayectoria del maestro de la luz: sus delicadas escenas junto al litoral, esos jardines en los que a menudo se detenía su paleta, sus sofisticados retratos o los ambiciosos lienzos que Archer Milton Huntington, fundador de la Hispanic Society, le encargó para que retratara el alma española son algunas de las joyas de un recorrido que incorpora igualmente fotografías de José Ortiz-Echagüe en las que figura Sorolla trabajando.
Una obra en la que Cristina Carrillo de Albornoz, señala que «no es difícil imaginar la revolución que produjeron estas pinturas. Durante un triste invierno neoyorquino, ¿cómo no se iban a extasiar los visitantes a la exposición ante la vibrante luz mediterránea y la belleza de ese misterioso mar interior, con elegantes damas envueltas en delicados vestidos de gasa blanca y velos agitados por la cálida brisa marina? ¿Qué pensarían de las niñas de Sorolla, envueltas en túnicas rosas, que evocaban el atavío de las antiguas esculturas grecorromanas mediterráneas? ¿Y los lazos sueltos de las chicas corriendo por la playa, saltando ante sus reflejos en las aguas traslúcidas?».

omo señala en Diario de Sevilla el periodista Braulio Ortiz, “la obra incluye asimismo un prefacio de la bisnieta del artista, Blanca Pons-Sorolla, que destaca la revalorización que ha experimentado la pintura del autor”. «Nadie, ni siquiera los detractores que tuvo Sorolla, ha dejado de reconocer las características esenciales de sus obras: sus dominios de las técnicas y su capacidad para reproducir la luz del sol. Sus obras irradian luminosidad, la luz que existía en el preciso momento en que fueron creadas por el artista, esa luz solar generadora de vida, de belleza, alegría y bienestar, que en buena parte son las responsables del optimismo que transmiten sus creaciones». En su texto, la bisnieta apunta la sensibilidad extraordinaria, cercana al éxtasis, que poseía el maestro: «Joaquín Sorolla se entregó con la pasión del enamorado a cada obra que pintó. En las cartas íntimas a su mujer, su adorada Clotilde, ya le comentaba cómo se le escapaban las lágrimas de emoción al pintar lo que le llegaba al alma, y las dos horas que necesitaba para calmar los temblores que sufría tras una intensa y feliz sesión de trabajo a pleno sol».
Para Carrillo de Albornoz, la irrupción de Picasso y las vanguardias relegó a Sorolla. Así lo señala al periodista Braulio Ortiz. En este libro, la autora reseña que el artista que había alcanzado la cima del arte mundial, atraído en 1909 a 160.000 visitantes y vendido más de 150 pinturas en una exposición en Nueva York, caía en las décadas posteriores, lamenta la investigadora, en un injusto olvido. El final del siglo XX lo restituyó como uno de los «pintores capitales de la Historia», un creador que desde sus comienzos pretendió «tener un estilo propio» y «romper las convenciones». El libro analiza cómo el genio de Velázquez, por el que sentía devoción, y sus estancias en Italia y París van calando en su visión del arte.
La experta añade ante Ortiz que “la fotografía tuvo además un gran peso en la estética de Sorolla. «Cada cuadro, de hecho, es como una fotografía», considera Carrillo de Albornoz, para quien parte del hechizo que desprenden los cuadros del valenciano se deben a que «sabe captar el instante. Y si no lo captaba, él, que era un perfecccionista, destruía esa obra. Más allá de la luz, Sorolla celebraba la alegría y el optimismo, celebraba la vida», opina esta ex diplomática de las Naciones Unidas y comisaria independiente para museos de todo el mundo.

La Fundación Casa de Alba conserva entre su patrimonio el retrato del Duque de Alba que Sorolla pintó en 1908 y se exhibió en la exposición individual del artista en las Grafton Galleries de Londres. Una carta de Fernando Paz, secretario del Duque de Berwick y de Alba, a Sorolla da testimonio de la recepción de este cuadro tras la exhibición londinense. Carlos Fitz-James, actual jefe de la Casa de Alba, posaba este viernes junto a Cristina Carrillo de Albornoz y ese retrato que se erige ahora en un símbolo del aprecio que Sorolla sentía por la luz embriagadora de Sevilla.

LA VISIÓN DE ESPAÑA

Visión de España, también conocido como Las Regiones de España, es un conjunto de catorce grandes paneles pintados al óleo sobre lienzo por el pintor español Joaquín Sorolla. Este conjunto es fruto de un encargo realizado por la Hispanic Society de Nueva York al pintor, por el cual éste se comprometía a realizar una serie de lienzos de gran tamaño sobre las

diversas regiones de España y Portugal con destino a decorar la biblioteca del edificio sede de la fundación.
El 26 de noviembre de 1911 Sorolla y Archer Milton Huntington firmaron un documento por el que el pintor se comprometía a realizar una serie de pinturas al óleo sobre lienzo con temas representativos de las regiones de la península ibérica. Las pinturas decorarían la futura biblioteca de la institución. Sorolla se comprometía así mismo a entregar los bocetos preparatorios y a no exhibir las obras en ningún otro sitio antes que en Nueva York. Aunque la Hispanic Society le dio el nombre de Regiones de España, Sorolla prefirió cambiarlo por el de Visión de España, ya que el conjunto supone una visión global de cómo el artista veía su país, alejada de los estereotipos románticos e incluso de la realidad territorial. De hecho, las regiones de Murcia, Asturias, Canarias y Baleares no fueron elegidas para formar parte del conjunto. Por otro lado, aunque 2 ciudades andaluzas están contempladas hasta en cinco paneles, sólo se menciona directamente a la región de Andalucía en una de ellas. Lo mismo que en el de Castilla, donde en realidad se contempla a la Región de León, junto con las regiones típicamente castellanas, Castilla la Vieja y Castilla la Nueva.
La historia señala que en un principio se especuló con la posibilidad de realizar un único mural de setenta metros de longitud, pero finalmente se utilizó el formato de paneles individuales de diferentes tamaños.

Para inspirarse y ceñirse más a la realidad, Sorolla decidió recorrer el país y pintar cada escena in situ, en la región representada. De los catorce paneles sólo uno refleja una escena interior, siendo los demás exteriores. El pintor pasó gran parte del año 1912 realizando bocetos de diferentes trajes típicos españoles, y documentándose para lo que se iba a convertir en el encargo más importante de su carrera. El invierno y la primavera de ese año lo pasó en Castilla (Madrid y otras ciudades del interior). Durante el verano alternó estancias en San Sebastián y Navarra. En otoño regresó a Madrid, con frecuentes viajes a diversas localidades de la meseta. Para crear el panel correspondiente a Valencia, Sorolla se inspiró en las alquerías y los grandes naranjales de Alcira. Para realizar la obra, planificó trasladarse diariamente a esta ciudad, de enero a marzo de 1916, según correspondencia con su esposa Clotilde. Finalmente la pintó en Valencia. Al concluir el encargo, Sorolla estaba agotado.

Texto: Jaime Urquijo

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