1 Sep, 2019 | cartas del director

Mario Niebla del Toro Carrión.

Director de la Revista Escaparate        

Hilo estas palabras con cierto gusto nostálgico, y eso que a la nostalgia no suelo tratarla. No somos íntimos, pero el trato en ocasiones es inevitable. En realidad, la nostalgia es lo más parecido al gusto por el dolor pasado. Es una felicidad triste. Es placer por recordar tiempos pasados que no volverán y que, por tanto, provocan dolor. La nostalgia es tramposa y traicionera. Pero es cierto que es la nostalgia muchas veces la fuente de inspiración de nuestro más verdadero yo. Así ha sido en el arte a lo largo de la historia. Los mejores poemas y las mejores letras de canciones que llegaron a nuestros oídos para vivir en nosotros para siempre fueron escritas empapadas de ella, las mentes que les dieron vida seguramente estarían agarradas a la nostalgia de alguna manera. Los mejores pintores de la historia lograron las obras más icónicas de la humanidad y no precisamente en sus mejores momentos, maniatados a la nostalgia. Ya decían los viejos aficionados a los toros que para ser figura del toreo antes se había tenido que pasar hambre. La nostalgia nos empuja a despojarnos de lo superfluo y dar con la tecla de nuestras aspiraciones y frustraciones. Yo acudo a la nostalgia en esta ocasión sin razón aparente pero porque echo la vista atrás y veo los trece años que nos han arrastrado hasta este septiembre de 2019, en el que esta ilusión empapelada cumple su décimo tercer aniversario de vida. Durante este tiempo hemos crecido. Esta fantasía grapada ha hecho crecer, sufrir, gozar, ganar y, en su defecto, aprender a todos los que hemos puesto nuestras dos manos, grandes dosis de ganas, tiempo sin relojes, positivismo y razón con corazón a raudales para llegar a este momento. Ciento cincuenta y una ediciones, ciento cincuenta y una razones, cierres en el tiempo de descuento, planes de medios, contenidos, reuniones, comidas y cenas, noches de gloria y de desvelo. Hilvano esta carta mientras miro de reojo imágenes de estos años tan ricos para nuestro haber profesional y sobre todo vital. Estos años han sido un máster en infinidad de aspectos de nuestra vida, porque Escaparate no es solo una revista de vida social mensual de distribución gratuita con unos premios anuales con cierta repercusión fuera de Sevilla y una agencia de eventos que hace verdaderos trajes a medida a sus clientes. Sería muy poco decir eso. Eso es visible hasta en la superficie de la espuma. Lo interesante es lo que hemos crecido y aprendido, lo que nos hemos pulido y lo que la vida con ayuda de Dios nos ha regalado montados en el barco escaparatero. Yo no podría explicar mi vida a día de hoy sin acudir a Escaparate por ciento cincuenta y una razones. Tenía veintiún años y la edad en la boca en aquel cuatro de septiembre de 2006 cuando empecé a esbozar lo que luego sería la revista que con los años llegó a convertirse. Una de las mayores satisfacciones que siento en mi rutina, la experimento cuando me hablan de la revista como de una persona, como de una identidad propia, porque Escaparate nos ha hecho vibrar, sentir y hacer sentir a muchas personas anónimas y conocidas en estos trece años de vida. Aunque me esfuerzo, ya casi de forma natural, en practicar el positivismo y la inteligencia emocional, debo decirle, porque soy de mojarme, que no ha sido nada fácil el camino hasta llegar aquí. Si me desnudo con el corazón en la mano, tengo que reconocerle que nuestra musa y ciudad, amor de nuestras vidas, no nos lo puso siempre fácil. Palitos en las ruedas, trabas y trampas de todos los colores, pero hoy puedo decir que si no hubiera sido así hoy no seríamos lo que hoy hemos resultado ser. Cuando uno se esfuerza y persigue un sueño, los impedimentos y los chinos de los zapatos lo que hacen es convertirnos en más altos, más grandes, más fuertes, más capaces. Miro hacia atrás con esa dosis de nostalgia a la que me refería y veo también personas y personajes que estuvieron, otros que llegaron para quedarse y que al niño que era le dieron saber, madurez y herramientas para desenvolverse en esta selva social. Quizás ni ellos mismos son conscientes de lo que me sumaron en la saca vital y como a mí a todos los que han sido de esta familia en mayor o menor medida de tiempo en estos intensos trece años. Concluyo con un sabor dulce aunque nostálgico por estas trece velas que soplamos con los pulmones como en aquel septiembre de 2006 con todo por saber. Y lo que nos queda si Dios quiere. Apasionante esto de vivir. Acabo con las siete letras más justas en este caso: GRACIAS. Gracias es poco pero es una barbaridad a lo que se refiere.

 

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