La sevillana calle Fernández y González, siendo rabiosamente céntrica, es tranquila y pasa desapercibida para la mirada del sevillano y del turista medio. Curiosamente se da esta circunstancia siendo paralela a una de las principales arterias urbanas de la ciudad de Sevilla, como es la Avenida de la Constitución, a los pies de la Catedral más grande construida hasta el momento por la cristiandad. En ella queda un interesante reflejo de distintas etapas de nuestra historia común. Sobre una casa de principios del siglo XVI se reforma la imponente protagonista de este “De puertas para adentro” de claro estilo minimalista, donde reina el blanco nuclear. Obra del arquitecto Gonzalo Castro Fernández-Palacios. Sus antiguas vigas de madera destacan resarcidas, puestas en valor, y conviven en perfecta armonía con la vanguardia de su decoración y materiales como el cristal que alcanza un gran protagonismo por toda la vivienda. El estilo limpio con el que sus actuales propietarios han querido vestirla encaja perfectamente con la familia moradora, curtida en viajes por el mundo para acabar aterrizando en la vida tranquila de una pequeña gran ciudad como es el caso de la ciudad de los naranjos. Destacable el estudio de la luz reflejado en los distintos ambientes de la genuina construcción. Sus vistas están poco trilladas en estampas de tiendas de souvenir, debido a una perspectiva que solo se logra desde ese punto del casco histórico. Esta singular casa tiene registrada documentalmente una primera escritura conservada que la sitúa en el año 1553. Al entrar, a lo largo del pasillo, se puede disfrutar las reproducciones enmarcadas de sus primeras escrituras con la caligrafía de oficiales de la época. Testimonio del respeto a su pasado en perfecto equilibrio con la modernidad con la que se le ha querido dotar. Su piscina invade el techo del salón creando un dinámico ambiente poco común en las casas de Sevilla de este peso histórico. Una casa acogedora, neutra, moderna, que invita a habitarla por sus líneas sencillas, descargada de excesiva información para descanso de la mente.
Curiosidades históricas
La primera referencia que se tiene de ella es de 1553. Como muchas de las casas de la época ésta pertenecía a la Iglesia. En dicha escritura del 11 de Octubre de 1553 se otorga a don Bartolomé de Ayala y doña Francisca Petronila, su mujer, a cambio de un tributo de mil quinientos maravedíes de renta cada año. Posteriormente recayeron las casas en don Martín de Lora y doña Luisa de la Cueva. Tras la muerte de estos, la casa pasó a su hijo fray Fernando de Lora, que tomó el hábito de religioso calzado de Nuestra Señora del Carmen, en el convento de Santa Teresa del Campo, extramuros de esta ciudad. Con fecha 6 de Diciembre de 1661, fray Fernando de Lora otorga testamento nombrando único heredero de las casas al convento de Santa Teresa (con cargo de que lo ordenen una misa cada semana). Posteriormente, el 22 de Agosto de 1712, religiosos del convento de Santa Teresa otorgan en escritura las casas a don José de Alcerreca.
Texto: Fernanda Pérez de Guzmán