Mario Niebla del Toro Carrión.
Director de la Revista Escaparate
“Todo está adquiriendo un cariz desafiante, agresivo y poco amable”
Vivimos tiempos increíbles repletos de primeras experiencias. Hoy me siento ante el respeto del folio en blanco con silencio maestrante y con el propósito de intentar darle la vuelta a la tortilla sin papas del momento inédito que estamos viviendo en nuestras carnes y que roza la ciencia ficción. Esta situación está haciendo un daño incalculable en la dignidad humana de nuestra nación y del planeta entero. Nuestro ánimo se resiente y nuestras cabezas empiezan a adoptar incluso aires inquisidores, juiciosos de lo que debe o no debe hacerse, en la certeza errónea de ser valedores de sentencias inapelables. Esta pandemia está haciendo una mella en la realidad socioeconómica de España de la que tardaremos mucho en recuperarnos, ¿qué duda cabe? Hay un virus importado del gigante asiático y hay otro virus peligrosísimo que es el miedo. Vivimos asustados y eso provoca que en estos momentos cueste un Congo ser optimista y positivo, por mucha literatura, música y vino que queramos emplear en esta gesta. Eso se traduce en la crispación que se palpa en el ambiente y que empieza a manifestarse en las calles de un pueblo desesperado, desorientado y desesperanzado. Va uno conduciendo, por el supermercado o en el banco y nota la tensión en las colas, en la actitud de los conductores, viandantes, clientes… Todo está adquiriendo un cariz desafiante, agresivo y poco amable. Le decía en el entrante de este aperitivo de letras agolpadas que mi propósito con esta carta del mes de todos los santos es el de darle la vuelta a la tortilla española del momento. Todo esto acabará pasando. Sin más remedio además y sin precisarle, ojalá tuviera la bola de adivino, del cómo y a costa del qué. Lo que sí tengo claro es que tenemos que procurar sacarle beneficio incluso a este año con tan mal aliento, sin gracia ninguna, con tan mala pinta y que ninguno guardaremos en el cajón de los momentos dorados de nuestras vidas. 2020 no estará en nuestra nómina de mejores amigos, pero sí podemos aprovecharnos de su guasa de la mala para salir crecidos, condecorados con las cicatrices que a todos nos está dejando en el pecho. Este año no puede ser gratis. Este tiene que ser un master de supervivencia. Cuando salgamos de este episodio seremos alumnos aventajados en la universidad de la vida. Escucho resignado los palos de ciegos de unos y otros regidores de la cosa pública y, sin que piense que he terminado de perder la cabeza, me sale reírme, sin entender nada, por no llorar. Me niego a esto aunque razones no me falten. No es oro todo lo que reluce. Estamos aprendiendo el valor de un beso y de un abrazo, el poder de la amistad, incluso en la distancia. Llegar pronto a casa nos está dando la oportunidad de rezar, descansar, ver series arrinconadas o leer libros postergados por las prisas de la vieja realidad a la que por día tengo más idealizada. Un café o una copa con amigos es el planazo que deja de ser parte de la rutina para ser excepción y motivo de alegría, incluso de euforia. Vivimos toques de queda, prohibiciones de movilidad, incluso dentro de nuestras propias ciudades y pueblos. Increíble hasta hace tres cuartos de hora. No dudo de que si nos lo imponen sea por nuestro bien y la manera científica de vencer colectivamente a este bicho. Lo que tampoco dudo, pero ni una milésima de segundo, es de que cuando nos quiten los bozales y vivamos encerrados en la calle no nos van a frenar fácilmente. Esa fuga a la libertad a la que nos empuja desde que nacemos nuestro carácter mediterráneo con dependencia al sol y al aire de nuestra vieja patria, rica en contrastes y azules en nuestros cielos. Esta experiencia que nos brinda con tan mala baba este 2020 tiene que pasar por nosotros con inevitable pena, pero con mayor gloria para cuando nos suelte de una vez para siempre volvamos a una rutina que nos parezca idílica y alimente esa alegría de vivir que debe empañar nuestras miradas y nuestros semblantes. Permítase la nostalgia. Es lógica en nuestra naturaleza vulnerable de fábrica. No es síntoma de debilidad. Es síntoma de que tiene sangre en las venas y sentimientos aflorados en un tiempo para borrar del mapa. Permítasela pero sin perder de vista todo lo que nos está enseñando este tiempo para ser hombres y mujeres renacidos en la batalla con mayor dignidad, fortaleza y valores. Brindo por usted que me está leyendo y porque nos sigamos viendo en este desahogo mensual en el que nos detenemos en un vaciamiento de nuestro sentir de esta película fuera de cartelera basada en hechos reales en la que nos encontramos como protagonistas principales.