Desenfadados, con pizca de locura sana y valientes. Los Choris fueron una savia nueva para una Marbella de moda en las familias aristocráticas europeas. Frescos, organizadores de saraos simpar, cada uno de ellos era el ejemplo del niño «mal» de casa bien. Marbella entregó la cuchara con ellos que vieron la vida como una gran fiesta y aun en la veteranía siguen tomándosela a risa. Forman parte de la Marbella dorada, del espíritu de una ciudad de pescadores que se convirtió en referente mundial de la jet set internacional. Yeyo Yagostera y Luis Ortiz se suman a este Especial Marbella para completarlo como pocos lo harían, porque ellos son también el alma de esta maravillosa ciudad de la Costa del Sol.
¿Quiénes son Yeyo y Luis?
Yeyo: Pues son dos compañeros de colegio que hace sesenta años dijeron «vámonos de este colegio que si no nos echan».
Luis: Nos echan no, nos pegan, que nos pegaban. Había un cura que era un cabrón, un hijo puta. Todo el que ha ido al Claret de Madrid se acordará de ese cura.
¿Qué tiene Marbella que ha enganchado a tantos?
Yeyo: Una de esas cosas es la gente. Otra es el microclima. Y la casualidad. Íbamos a establecernos en Ibiza, pero había demasiada droga allí.
Luis: Allí hay demasiados guarros. Van vestidos por la mañana como por la noche, casi sin nada, sin ropa a penas. Aquí en Marbella la gente se ducha y se cambia de ropa para cenar, pero de toda la vida.
¿Qué queda de aquella Marbella de los años dorados que todos tenemos en nuestra mente?
Yeyo: Nosotros y la Concha (risas). La Concha, como sabes, es la montaña grande que tapa a Marbella de los vientos fríos que vienen de otros sitios.
Luis: Y el Conde Rudy que todavía existe, gracias a Dios.
¿Cómo está Marbella hoy?
Yeyo: Renaciendo. Volviendo a ser lo que llegó a ser en su día con otras dimensiones. Cuando nosotros vinimos aquí había cuatro pescadores, cuatro alemanes, cuatro guardias civiles…
Luis: Y tres locos sueltos. Hace de aquello sesenta años.
De todas las fiestas que han vivido y organizado, ¿cuál recuerdan con más cariño?
Yeyo: La que recuerda toda la ciudad. Una que hicimos hace cuarenta y tantos años.
Luis: En el año setenta y uno.
Yeyo: Duró tres días y vinieron unos dos mil invitados. Empezamos a invitar a diestro y siniestro y al final decidimos que podía venir quien quisiera.
Luis: American Grafiti se llamó. Vinieron Los Brincos, Los Flamencos, Barrabás, Miguel Ríos… Se nos fue de las manos.
Y de todos los personajes que han conocido, ¿cuál os ha marcado más?
Luis: Yo creo que el Príncipe Alfonso de Hohenlohe.
Yeyo: Sí, estoy de acuerdo.
Luis: El Príncipe Alfonso ha sido el verdadero promotor de todo esto.
Yeyo: El que le dio el espaldarazo principal. Luego remató don José Banús, que parece que no pero que fue muy principal.
Luis: El Príncipe Alfonso fue el que abrió las puertas. Trajo a las familias importantes europeas a Marbella y le dio cierta categoría a Marbella que no tenía. Tenía varias familias españolas muy buenas, las familias del pueblo… pero internacionalmente fue obra suya. Jaime de Mora por ejemplo también fue un personaje muy puntero para Marbella. Bueno, indudablemente, «Los Choris» (risas). «Los Choris» éramos la sangre nueva que llegó. Aquí nos inventamos el pádel tenis, el fútbol sala y mira donde está el fútbol sala ahora que España es campeona en el mundo.
Yeyo: La gente no valora eso. La primera vez que he visto jugar en el mundo al pádel tenis en una pista fue al Príncipe Alfonso en el Marbella Club. Luego le pusieron unos alambres y lo rectificaron con el tiempo.
¿Cómo era el Príncipe Alfonso?
Luis: Hacía de todo y sabía de todo. Sabía cocinar, pintar, de deportes. Hablaba siete idiomas.
Yeyo: Era un gran tipo.
Luis: Lo que pasa es que estaba un poco tieso. La familia de él se quedaron todos tiesos.
¿Qué tiene la vida de fiesta?
Yeyo: La vida en sí es una maravilla porque es maravilloso estar vivo. Te lo digo yo que estoy a punto de morirme, pero no entrego la cuchara. Voy a durar cuarenta o cincuenta años más. Por lo menos. No está en nuestros planes tirar la toalla. Ojalá nos pudiéramos tomar una pastilla y quitarnos diez o quince años. Como aquel que se pasó de pastillas para eso y se murió de sarampión con cuatro años. (Risas).
Luis: Date cuenta que entre Marbella y San Pedro habría diez mil personas. Ahora solo en Marbella votan ciento treinta mil en las elecciones, sin contar extranjeros.
Yeyo: Tenemos que ser honestos con la Costa del Sol, incluso nosotros. No desembarcamos directamente en Marbella. Fue un accidente sexual (risas). El sitio de moda en el mundo entero era Torremolinos que luego la cagaron y hoy es un bloque de cemento entero.
Luis: Torremolinos era un sitio conocido en el mundo entero. Se fumaban los porros, estando Franco, aunque ahora no lo recuerdan.
Yeyo: Tardábamos de Torremolinos a Marbella un par de horas en coche… La familia de Luis sí empezó a venir a veranear a Marbella.
Luis: Desde el año cincuenta y seis venimos a Marbella.
Yeyo: Yo tenía una novia en Guadalmina y nada, empezamos a poner el huevo por aquí y aquí nos quedamos.
Luis: Marbella acababa donde está el faro.
¿Se arrepienten de algo?
Yeyo: La verdad es que no. Todavía si me preguntas si lo haría diferente… Alguna cosa sí… ¿Arrepentirse? no, eso es de cobardes.
Luis: Alguna cosa diferente seguro que haríamos… (Risas).
¿Se imaginaron una veteranía como la que tienen?
Yeyo: No, porque realmente deberíamos estar muertos hace ya muchos años.
Luis: Nunca pensé en llegar a viejo.
¿Cuál es la fiesta perfecta?
Yeyo: La que no quieres que se acabe.
Luis: Las que hacía el tito Jaime. Llamaba a la gente y la entrada a su fiesta era traer una botella de algo. Él ponía las lentejas. Reunía botellas con esas fiestas para todo el año (risas). ¿Invitados? Todo el que traiga una botella estaba invitado.
Yeyo: Es difícil hablar del pasado sin nombrar a todos los que no están. Entre ellos, uno de nuestros queridos hermanos, Antonio Arribas, que murió hace veintiún años. Ahora que no hay niños delante, era el nabo más importante del país y a parte de eso lo adornaba con una simpatía fuera de lo normal. Mandaba muchísimo en Marbella. A nosotros nos tenía obnubilado. Nos está esperando ahí arriba.
¿Qué les da miedo a quienes han vivido sin temor a nada?
Yeyo: La muerte. Sí, sí, morirme no me apetece nada ahora mismo. (Risas).
¿Tienen alguna receta para ser feliz?
Luis: ¿Sabes qué? Yo creo que ser buena gente es la mejor receta para ser feliz.
Yeyo: Esa receta nos salió sola, sin preparárnoslo. Sin querer.
Ahora que no nos escucha nadie, ¿pueden confesarme algo que nunca antes hayan confesado?
Luis: Sí, por supuesto, que estamos enamorados.
Yeyo: Absolutamente, pero no lo cuentes por ahí. Él estaba liado con el Chori y yo con el Arribas (risas). Como siempre estuvimos rodeados de mujeres disimulábamos muy bien.
Luis: Recuerdo una anécdota que nos pasó en un aeropuerto. Nos vestimos de uniformes y la gente decía «¿y esos de qué uniforme van vestidos?. Uno iba de teniente, otro de coronel, el otro de general…
Yeyo: Y dijimos cuando nos pararon en inglés «Somos del Ejército de la Paz por España» y se cuadraron (risas).
Luis, ¿quién es Gunilla von Bismarck?
Luis: Gunilla, la mujer más importante del mundo. Mi mujer, me ha dado a mi hijo, me ha salvado la vida treinta veces… Luego es una persona bastante importante como mujer conmigo.
Pues hemos terminado.
Yeyo: Sin problemas, ahora te pasan la cuenta (risas).