8 Ago, 2021 | entrevista a

Nació en Madrid en 1933 y su vida ahora reposa en la Sanlúcar de Barrameda más noble, en el antiguo Hospicio de Expósitos de 1630 y que Escaparate mostrará en esta edición. Periodista, gastrónoma, ex presidenta de la Cofradía de la Buena Mesa, directiva de la Real Academia de la Gastronomía, Premio Nacional de Gastronomía, coordinadora de la guía Repsol, Marquesa viuda de Poza, hija del Conde de los Andes y nieta del Duque del Infantado. Un currículum histórico y profesional que bien merece una enciclopedia y no una entrevista. La señora Ymelda Moreno de Arteaga abre las puertas de su vida que es una lección de entereza y valentía. Un personaje fundamental para la cocina en España con sangre de libro de historia.

-¿Cómo es la Marquesa? 

-Soy una persona muy liberal-conservadora, quizás porque mi padre también lo era. Soy de Dios, Patria y Rey, pero muy liberal. Con los años, en vez de hacerme más carca, lo soy menos. Entiendo que todo el mundo tiene derecho a opinar siempre que no ofenda a nadie. Esa personalidad se me ha incrementado porque tengo dos hermanos pero ninguna hermana. Quizás, desde el punto de vista mujer, mis privilegios y deberes eran solo para mí en la familia. También, porque me quedé viuda muy joven. Estuve casada 9 años, tenía 34 años cuando se murió mi marido, que me sacaba 10, siempre he tenido que actuar yo porque mi madre estaba casi siempre enferma y murió muy joven a los 53 años. Eso me ha formado de una manera muy independiente pero muy unida a la familia. 

-Con todo eso a sus espaldas, ¿cómo llegó el mundo de la gastronomía a su vida? 

-Eso me unió mucho a mi padre y de ahí a la gastronomía. Mi abuelo Andes era un gran conocer de la cocina francesa. Fue tres veces ministro de Alfonso XIII y cuando se fue al exilio se marchó con él muchas temporadas. Era muy cosmopolita. Recuerdo que el abuelo siempre llevaba la cocina en su casa de Jerez. Decía los menús y hablaba con la cocinera todos los días. Su cocina era franco-andaluza. Las acedías no se perdonaban pero, al mismo tiempo, tenía platos franceses. Entonces, mi padre, salió muy aficionado. Ya de adulto, fundó la Cofradía de la Buena Mesa en 1972 para preservar las materias primas de España y nuestras recetas. También fue una manera de unirnos. A él no le gustaban las comidas de trabajo porque decía que “o se come o trabaja”. La comida era con amigos.

-Y aquello derivó en su incorporación a la creación de la Cofradía de la Buena Mesa… 

-En seguida me metí en la cofradía con él. Cuando mi padre se murió, le sucedió Víctor de la Serna, un gran gastrónomo y luego Gregorio Marañón Moya y, posteriormente, yo. He estado 40 años al frente. En la pandemia he dimitido y les he dicho a la junta que quería que entrara gente joven. Nombramos a hijos de cofrades. 

– Entre sus logros está el de coordinar durante décadas la prestigiosa guía Repsol, ¿cómo nació? 

-Una cosa lleva a la otra. La cofradía, en 1973, empezó a publicar el Madrid Gastronómico que luego tuvo sus ediciones en el País Vasco y La Rioja. Calificábamos por soles los restaurantes y escribía Alfonso Sánchez, gran periodista y crítico de cine. Estábamos muy inmersos en la gastronomía. 

-Volviendo a su familia, ¿qué recuerda del ducado del Infantado? 

-Por el lado de la familia materna también vivíamos la gastronomía. En la Casa del Infantado estaba cocinando Teodoro Bajardí, uno de las grandes glorias de la cocina en España. Cuando veraneábamos en el palacio de Azcano, iba todos los días con mi padre a la cocina. A la 1, a la hora que comía la familia, que es como se llamaba al servicio doméstico, íbamos los niños a comer. Cuando ya cumplíamos 17 años íbamos a la mesa. 

-Volviendo a la guía. ¿Cómo fueron aquellos años de coordinadora? 

-La Cofradía de la Buena Mesa y la Real Academia de Gastronomía siempre han estado muy cerca. Rafael Ansón, que también ha renunciado a la academia en la pandemia, estuvo en la base de la creación de la cofradía. Fue el primer secretario general. Al tiempo surgió la guía Campsa. La primera fue en 1979. Posteriormente pasó a guía Repsol. Nuestras instituciones asesoraban toda la parte gastronómica y los inspectores eran profesionales del mundo del periodismo gastronómico. Yo, como soy periodista, los últimos 20 o 30 años coordinaba que tuvieran una coherencia de criterio y estilo en los textos. Andalucía me la hacía yo personalmente, aunque Pablo Amate estaba en la parte de Granada. 

-¿Qué elementos debe tener una buena mesa? 

-Calidad, tradición e imaginación. Calidad de materias primas, tradición en ajustarse a los platos y lo que representa esa cocina, y toques de modernidad. Eso se suma a un cocinero que ponga su corazón y vida en ello. Me parece importantísimo el servicio; una buena cocina mal servida la echa a perder. Antes no se tenía en cuenta y ahora así. También, los comensales. Si la comida está buena, bien servida y con amigos o gente interesante, eso ya es la perfección. 

-¿Se valora fuera lo suficientemente a la cocina española? 

-Hay épocas. En el siglo XX, en la cocina mandaban los franceses. Fueron los que pusieron en valor la gastronomía. El mundo ha crecido mucho y ahora hay buena cocina en muchísimos sitios del mundo, no solo en Europa. Ahora se viaja más que antes. Así se exportan e importan también platos. Ha habido una riqueza de unión de cocinas. Hay muchas cocinas que tienen influencias asiáticas, peruanas,… Me acuerdo cuando estuve en Perú, recuerdo a la cocina Nikkei. La influencia de la cocina japonesa en la peruana. Ahora hay mucha cocina fusión. En la vida, todo lo que sea aportar… 

– Su vida también ha estado condensada en una maleta, ¿por qué países ha pasado? 

-En América del Sur, en todos. Telefónica nos encargó una guía para ejecutivos. Hice otro libro en Francia. Pertenezco también a la Academia Internacional Gastronómica que también fundó Rafael Ansón. 

-¿Es cierto entonces que los franceses se han vendido mejor que nosotros? 

-Porque entonces lo hacían mejor. Desde Richelieu… Eran muy aficionados, mientras que en España no. Los otros países desarrollaron ese amor a la cocina más tarde. Otro ejemplo es Italia. En cuanto España se ha puesto en ello, ya estamos los primeros. Sobre todo con Juan María Arzak. Ver a Ferrán Adriá en el Bulli era un espectáculo. Ahora nadie discute que España está a la cabeza de la creatividad mundial. 

-Todo ese ímpetu de conocer mundo, ¿cómo lo ha compaginado con el peso de la familia y el título? 

-De una manera muy fácil. Soy viuda y tres de mis cinco hijos no se acuerdan de su padre. Estaban en colegios y yo, mientras, hice la carrera universitaria de viuda. Cuando me quedé viuda llamé a Ansón y le dije que quería hacer periodismo. Me dijo que me esperara un año que justo ahí abrían Ciencias de la Información. Fui de la primera promoción y recuerdo que saqué unas ‘notazas’… En tercero ayudaba yo mucho a los profesores. Pérez-Reverte hizo la carrera conmigo. Cuando se casó el Rey y vi la cara del padre de Doña Letizia dije: “¿De qué me suena este hombre?”. Y es que estudió conmigo también, estaba en mi clase también. 

-Tanto su padre como usted fueron los críticos gastronómicos de ABC durante años… 

-Luis María Ansón encargó a mi padre que fuera crítico gastronómico en ABC los domingos. Lo hacía con el seudónimo Savarín. Luego, a los cuatro años lo dejó y tomé el relevo. Firmé con el seudónimo Zenón. Luis María me decía que los seudónimos tenían que ser cortos. 

-Al corto. Un ingrediente para la vida. 

-Libertad 

-¿Otro para comer? 

-Sabor 

-Un personaje histórico 

-Desde Carlos V, hasta Juan Carlos I que nos devolvió la democracia. 

-Que está un poco denostada últimamente… 

-El ser humano es humano. A lo mejor las cosas humanas pueden influir en otras. Como Rey nos devolvió la libertad. 

-Una persona en su vida. 

-Mi padre. 

-Un color. 

-El azul. Tiene muchos tonos… 

-El lugar en el mundo de Doña Ymelda. 

-No tengo uno, tengo dos: Andalucía y Madrid. 

Texto: Javier Comas
Fotos: Aníbal González

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